Tierra del Fuego, contraste ancestral entre hombre y naturaleza, donde la hoguera simboliza la dominación del paisaje.
Desde el siglo XVI, navegantes recorren sus mares, relatando las inclemencias de agrestes territorios. Los viajes, modifican el paisaje en tiempo y medida. La representación y el mapa, extinguen finalmente el fuego que creaba lugar, dando paso a lo mesurable.
¿Cómo se mediría el territorio, si el navegante hubiera enfrentado a un objeto, construido por los pueblos originarios, dominantes de forma y materia, creadores de hogueras eternas y habitables en una simple línea? Una línea capaz de reconocer su situación en el contexto; y a la vez su realidad en sí misma, resolviendo en sus bordes el lugar del fuego.
El objeto es expresión de la línea en contraposición al territorio: Cuando se proyecta en tierra, excava y contiene; cuando lo hace en agua, cobija y tensiona. A la vez, es capaz de crear espacios habitables, a partir del lleno y del vacío de sí mismo.
El resultado es un pliegue visual en el tiempo, pugna entre un objeto y el paisaje que buscan dominar la medida, en que navegantes de ayer y mañana, entienden territorio desde su opuesto, desde la línea y desde la contraposición de ella.